Los pretextos que nos damos para evitar los cambios.
Una de las principales razones por las que nos mantenemos en situaciones o relaciones que ya no funcionan es el sesgo de costo hundido. Una trampa en la que caemos fácilmente por no querer aceptar que las cosas no salieron como esperábamos y, más aún, como merecemos.
Cuando hemos invertido tiempo, esfuerzo y /o dinero en un proyecto (trabajo, relación, personal...) y éste no nos devuelve lo que hemos invertido se apodera de nosotros la sensación equívoca de que, invirtiendo un poco más, tal vez se pueda mejorar; al fín y al cabo...¿cómo voy a dejar esta relación después de tantos años y tanto vivido? ¿Y si poniendo más en este negocio consigo que salga a flote? ¿Por qué habría de dejar esta empresa, con todo lo que me deben?
Nos focalizamos en todo lo que "se ha perdido" en lugar de enfocarnos en todo lo que ganaremos al pasar página. Cuando sueltas la cuerda que aprieta, no sólo se siente el alivio sino que la cuerda sigue su curso natural, el que llevas tiempo intentando retener.
Cuando nos anclamos a lo que ya no funciona, nos negamos la oportunidad de aprender de ello para avanzar y proyectarnos en nuevas experiencias más equilibradas.
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